El Chasqui srl "El Mensajero del pueblo boliviano"

Ausencia: bolivianos en Austria

Viena  - Austria, 28 Mar. (El Chasqui SRL).-    "Hace 25 años que salí de Bolivia haciendo música y desde entonces no he vuelto más; vivo en Viena, aquí he hecho mi nido, pero no olvido mi tierra y a los míos" dice Marinko Quiroga, uno de los aproximadamente 4.000 bolivianos que viven en Austria.


    Su tarjeta de presentación dice en alemán: 'Orchesterbüro'.

    Marinko, sustantivo atípico en la onomástica boliviana, más aún si trata de un personaje de rasgos indesmentiblemente metizo indígenas, está conmovido por el latir de su país allá en las veras del portentoso Río Danubio.

    Su esposa, una austriaca de ojos verdes, rostro redondo y cabello corto y rubio plateado acota en balbuceante castellano que "un poco más de ahorro y para allá vamos".

    A este boliviano oriundo de Potosí se le aguan los ojos cuando escucha a uno de sus compatriota de La Paz gritar "ya pues, apúrense".

    "Tú, ¿boliviano?", cuestiona al tiempo que una sonrisa ilumina su rostro delgado y cobrizo surcado por arrugas.

    Es tiempo de hablar de Bolivia y en castellano.

    "Vine haciendo música andina y de eso vivo ahora", refiere con un dejo de melancolía que su compañera europea consciente con una sonrisa amable de compresión.

    Desde que salió de su Potosí sabe del país enclavado en las montañas andinas lo que alcanza a leer en la Internet. Vive en la Viena moderna, atildada y casi perfecta, pero extraña su habitad.

    Los recuerdos lo asaltan más aún cuando pinquillos y zampoñas dejan escapar una letanía todavía más desgarradora por el retumbar penoso de un bombo que un grupo de músicos bolivianos ensaya en una explanada que da acceso al Medienxetrum, el Parlamento austriaco en el distrito central de Viena.

    Esperan al presidente indígena de Bolivia, Evo Morales, que debe dictar una conferencia después de defender en la sede vienesa de la Organización de Naciones Unidas la coca y el acullico.

    Los músicos interpretan una canción: Ausencia.

    Estremecimiento.

    Hay que reparar en la letra de la canción lejos del país, aunque sólo sea por unos días, para no dejarse demudar por la mente subyugada por el corazón.

    En ritmo de moceñada dice a golpe de instrumentos andinos de viento y percusión: "Mucho tiempo me he alejado de mi tierra tan querida?"

    La música y letra es autoría de otro migrante, tal vez.

    Son bolivianos y también austriacos hijos de bolivianos, lo que la dejan escapar de sus instrumentos.

    Gabriel Guzmán, de 18 años, nacido en las afueras de Viena habla castellano, pero con indesmentible acento alemán.

   "Buscando nuevo horizonte? Añoro mis verdes campos, mi gente que lucha siempre, mis montañas y mis lagos", musita Gabriel que piensa en alemán y traduce al idioma de su padre migrante que un día a fines de los '70 se radicó en este pedazo de Europa, símbolo del poder austro húngaro los siglos XVII y XVIII.

    Ataviado, como los demás bolivianos, con pocho y calzado en abarcas (sandalias) Gabriel camina acompasadamente de espaldas y cuando cambia el ritmo, para adelante.

    "Bolivia yo a ti nunca podré olvidarte (..) Bolivia yo a ti he aprendido a quererte" en la distancia, canta en coro.

    El mismo sentimiento traslucen Luis Bedoya y Alejo Cruz, indesmentiblemente bolivianos andinos, cincuentones o, lo menos, cuarentones, subidos de peso, pero ni una sola cana y unas cuantas arrugas.

    Largas cabelleras sujetas con esos aros de trapo sintético que las mujeres designan como "go go" se escurren de sus sobreros negros de ala ancha.

     Morales ha hablado a la comunidad internacional sobre las propiedades medicinales y nutricionales de la hoja de coca que en su estado natural dista de ser droga.

    La comunidad boliviana en Austria es de no más de 800 familias.

    Los bolivianos destacan en la música y en las artesanías. Desempeñan diversos oficios que les permiten vivir en un país en que el Producto Interno Bruto es 40 veces mayor que el boliviano, en que deglutirse una  salchicha prisionera en un pan horadado cuesta en euros '70 ó 80 lucas'.

    En la cancha de fútbol 8 del Budo Center, Morales cierra su agitada agenda en un partido en que su invicto equipo enfrenta a una selección austriaca encabezada por un ex astro local, Hans Krankl.

    La barra del equipo del mandatario está conformada por un grupo de jóvenes, hijas de bolivianas, casadas con austriacos y nacidas en ese país europeo.

    Manuela es una de ellas. Tiene 21 años, estudia ingeniería. Ojos redondos, cabellera longa y ondulada, labios sensuales, 1.70m de estatura, glúteos prominentes y piernas torneadas, una combinación sensual de criollo con caucásico.

    Herencia de su madre boliviana grita, más aún, chilla, para pregonar el típico aliento boliviano: "¡Bomba, Boliviaaa!".

    Las barras, los estribillos, son típicamente bolivianos.

    Una mujer que frisa los 60, la mitad en Austria, inconfundiblemente andina oficia de traductora. Su alemán es golpeado y sisea para hablar castellano de La Paz, tal vez Oruro o Potosí.

    Tal vez 17 años, una moza de ojos celestes, cabellera lisa y rubia, de 1,60m, ése su único distingo con cualquier vienesa, esbeltamente hermosa, abraza a Manuela y confiesa en voz queda haber llegado sola al Budo, para compartir su intersubjetividad con los bolivianos que esa noche de infatigable se reunieron 'a la boliviana' para estrechar trazos de patria.


Materia:Infor.Invest."El Chasqui SRL"
El Mensajero del pueblo boliviano.


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